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Información del Libro 'Ultimo Dia - Matheson Richard'

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Ultimo Dia - Matheson Richard

Enviado por librosgratisweb el 2012-09-20 00:00:00



Despertó, y su primer pensamiento fue: "Ha terminado la útima noche".Había dormido muy poco.Estaba tendido en el suelo, mirando hacia el techo. Las paredes seguían reflejando la luz rojizaque provenía del exterior. En la salita no se oía otra cosa que no fueran ronquidos.Miró a su alrededor. Cuerpos esparcidos por todas partes. En el sofá, acurrucados en los sillones,retorcidos en el suelo...Se irguió apoyándose en un codo, deteniéndose ante el agudo dolor de su cabeza. Cerró los ojosy permaneció así durante un momento. Luego volvió a abrirlos. Pasó la lengua por sus resecoslabios. Su boca conservaba un regusto de licor y comida.Apoyado en el codo, volvió a examinar la habitación. Su mente trató de formarse una idea de loque veía.Nancy y Bill yacían abrazados, ambos desnudos. Norman dormía sobre el brazo de un sillón conel rostro tenso. Mort y Mel, estaban en el suelo, tapados con alfombras sucias y roncando. Yhabía otros que también dormían en el suelo.Fuera, el resplandor rojizo.Miró por la ventana y tragó saliva. Parpadeó. Contempló su alargado cuerpo. Volvió a tragarsaliva."Estoy vivo -pensó-, todo es real."Se restregó los ojos. Aspiró profundamente el putrefacto ambiente del apartamento.Pugnó por levantarse y tiró su vaso. La bebida se desparramó por la alfombra y empapó el tejidoazul marino.Pudo ver vasos rotos, pateados, aplastados contra la pared. Todas las botellas estaban vacías.Siguió examinando la sala. El tocadiscos estaba en el suelo, boca abajo; los discos esparcidos,rotos, daban un extraño aspecto a la alfombra.Los recuerdos empezaron a brotar en su mente.Mort había sido el causante de todo aquello, la noche anterior. Estaba borracho y, de repente, sehabía echado encima del tocadiscos, gritando:-¡Ya no necesitamos más música! ¡Es sólo un montón de ruido!Y Mort había pateado el tocadiscos, estrellándolo contra la pared, agachándose, recogiéndolocon sus robustos brazos, levantándolo y arrojándolo de nuevo con todas sus fuerzas.¡Al diablo la música! -había gritado-. ¡Odio esta mierda!Luego había empezado a sacar discos de las fundas, rompiéndolos contra sus rodillas.-¡Vamos! -había chillado-. ¡Venid todos!Y todos le habían imitado. En aquellos últimos días, todas las ideas alocadas eran bien recibidas.Mel, en pleno acto amoroso con una de las chicas, se había puesto en pie, abalanzándose sobrelos discos y arrojándolos por las ventanas, desparramándolos por la calle. Y Charlie se habíaolvidado de su pistola por un momento, para tratar de alcanzar a los transeúntes con los discos.Richard había contemplado aquellos platillos oscuros que volaban y se destrozaban contra laacera. Incluso llegó a tirar uno. Luego se había apartado del grupo, de la locura colectiva, yendoal dormitorio con la chica de Mel. Por algunos momentos los dos habían olvidado lo que pasabaen su mundo.Aún pensando en todo aquello, Richard se puso en pie y trató de no perder el equilibrio.

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