Era el tercer día de agosto cuando Joe salió de la cadena de montaje, y el cinco Laurine llegó a la ciudad, y aquella tarde yo salvé la civilización. Esto es lo que yo me imagino, de todos modos. Laurine es una rubia que me tuvo sorbido el seso -loco es la palabra- y Joe es un lógico que he me-tido abajo, en el trastero, precisamente ahora. Tuve que pagar por él porque dije que me lo había cargado y a veces pienso en ponerlo en marcha y otras veces pienso en pegarle un ha-chazo. Tarde o temprano haré una cosa o la otra. Casi espero que será el hacha. No me vendrían mal un par de millones de dólares -¡seguro!- y Joe me soplaría cómo pescarlos o hacerlos. ¡Caray, lo que puede hacer! Pero hasta ahora he tenido miedo de probar. Después de todo se me figura que he salvado la civilización desenchufándolo.
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