CUANDO los principios de idealismo acosmístico psicológico se hicieron viables en elmundo habitado por Nancy, no retumbó majestuosamente el trueno. La madre de la niña nose estremeció; el padre no dejó de leer el periódico. En aquel trascendental momento, laTierra no interrumpió su eterno girar, sobrecogida, aunque posiblemente el obispo Berkeley(168~1753), en el cielo, estaba agradablemente interesado. Joe Holt, que era psiquiatra y, portanto, cabía esperar de él cierta intuición para esa clase de cosas, no intuyó absolutamentenada. El firmamento no se oscureció de repente, ni se produjeron profundas conmocionessubterráneas. En una palabra, no hubo la menor señal de que estaba a punto de producirse elfenómeno más alarmante de la Historia. Y, sin embargo...Nancy acompañó a su abuelo hasta la verja. Nancy tenía seis años, y su abuelo sesenta, yeran muy amigos, naturalmente. Nancy andaba a saltitos, porque nunca andaba despaciocuando podía saltar, o, mejor aún, correr. El sol se había hundido ya detrás de las colinas, yempezaba a oscurecer.
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