El conde Berini afirmaba no saber nada de Sara. Sin embargo, Petra los había visto marcharse en el Ferrari rojo de él. Y ahora Sara había desaparecido. Petra se sentía desolada, pues en vez de haber ido a Venecia a enamorarse como todo el mundo, se estaba viendo obligada a acusar de secuestro a un respetable y atractivo conde veneciano, o por lo menos de haber seducido a su amiga Sara.
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