El grupo de cazadores pasaba la noche sobreunas brazadas de fresco heno en la isla de un simplemujik. La luna se asomaba por la ventana, en la callese oían los tristes acordes de un acordeón, el henodespedía un olor empalagoso, un tanto excitante.Los cazadores hablaban de perros, de mujeres, delprimer amor, de becadas. Después que hubieronpasado detenida revista a todas las señoras conoci-das y que hubieron contado un centenar de anéc-dotas, el más grueso de ellos, que en la oscuridadparecía un haz de heno y que hablaba con la espesavoz propia de un oficial de Estado Mayor, dejó es-capar un sonoro bostezo y dijo:-Ser amado no tiene gran importancia: para esohan sido creadas las mujeres, para amarnos. Perodíganme: ¿ha sido alguno de ustedes odiado, odiadoapasionada, rabiosamente? ¿No han observado al-guna vez los entusiasmos del odio?
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